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La señora Amada Henríquez Muñoz, rostro viviente de los antiguos molinos que al alero de los esteros existían en diversas localidades rurales. Ella es la dueña del “Molino Abandonado” del sector de Quinhué, un lugar maravilloso en medio de la montaña con añosos robles, canelos, boldos y otra exuberante vegetación… Y el eterno y cantarino estero. Con sus 81 años a cuestas, la señora Amada vive sola pero visitada cada cierto tiempo por sus hijos que acuden a verla.

Nos relata que sus recuerdos del Molino están desde cuando tenía 7 a 8 años de edad. “Desde chica lo recuerdo cuando venía gente desde varias partes a moler sus bolsas de trigo”. “El Molino era de mi mamá que se llamaba Susana y la molienda era a maquila”, nos agrega.

En la despedida nos comenta que el gran problema que existe para ella y el vecindario es la conectividad, malos caminos, aunque tiene la esperanza que venga una próxima reparación ahora que llega el “buen tiempo”. Desde luego, la invitación a que volvamos a verla ha sido reiterada. Y claro que vamos a hacerlo, con más tiempo inclusive, considerando que los olores a poleo y el canturreo de las avecillas son motivaciones que no podemos desperdiciar…

Teniendo como guía a nuestro ahora amigo, Isidro, Presidente del Comité Vecinal de Quinhué, nos llevó también a conocer otro casi desconocido hermoso lugar de esos lados: Ni más ni menos que el Salto de Agua de Pichihuedqui. ¿Alguien lo conoce? Ya hablaremos de sus encantos en venideras ediciones.

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