JUAN, TESTIGO DE LA PERSONA DE JESÚS
El
testimonio de Juan el Bautista es como un preludio a la llegada de Jesús. Si
bien él no pretende adueñarse de la profecía, simplemente, se constituye en el
icono de un “discípulo”. En efecto, ante la autoridad judía él confiesa que no
es el Mesías y se limita, con humanidad, a reafirmar su condición de discípulo.
Dijo el Papa Benedicto XVI; “el Bautista no se confina a predicar la
penitencia, la conversión, sino que, reconociendo a Jesús como “el Cordero de
Dios”, tiene la profunda humanidad de mostrar en Jesús al verdadero Enviado de
Dios”.
Juan
el Bautista vino como testigo de la luz, no era la luz, pero su presencia era
para “dar testimonio de la luz y para que por él todos vinieran a la fe”. Por
tanto, su misión es hablar y dar testimonio en favor del otro. Él, simple y
llanamente, se auto defiende como “la voz que grita en el desierto”, como
señalara el profeta Isaías. Así, el sonido de la voz de Juan permitió a Jesús
pronunciar la Palabra de vida y que todavía sigue llegando a nuestro corazón.
Porque esa Palabra de Dios-para el que cree- interpela, amonesta, cuestiona,
pero también ilumina, santifica y ama. Cada vez tenemos únicamente la intención
de llevar a Dios a los demás, asumimos la actitud de Juan el Bautista, que
cumplió su misión de voz y desapareció: “Conviene que él crezca y que yo
disminuya”.
Por
eso estamos llamados a ser testigos y a preparar los caminos del Señor. Pero
que significa “preparar”. Es abandonar el pecado y acércanos a la gracia; es
aprender a ser humildes y dejar entrar al Señor en nuestra vida. ¿Y cómo nos
preparamos? Cómo preparó a Juan a sus discípulos: los llevó por el camino de la
conversión, de la humildad y del servicio y no por la vida de vivir nuestra
condición de bautizados como si fuera un privilegio.
“Yo
soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como el
profeta Isaías.
PADRE. LUIS HUMBERTO ALARCÓN
PÁRROCO
PARROQUIA SANTO TORIBIO
CURANIPE
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