En
el remolino constante de la vida moderna, donde el tiempo parece correr más
rápido de lo que somos capaces de asimilar, nos encontramos nuevamente en la
encrucijada de retomar nuestras rutinas. El retorno al trabajo y a las clases,
tras un período de vacaciones, suele ser visto con una mezcla de resignación y
aceptación, como si fuera un mal necesario para mantener en marcha la
maquinaria de nuestra sociedad. Sin embargo, en este proceso repetitivo y
predecible, hay un elemento crucial que frecuentemente pasamos por alto: la
salud mental.
La
salud mental, esa compañera silenciosa de nuestro bienestar general, a menudo
es relegada al último lugar de nuestras prioridades. Nos preocupamos por llegar
a tiempo, cumplir con nuestras obligaciones y mantener el ritmo frenético que
nos impone el día a día, olvidando que, al igual que el cuerpo, la mente
también necesita descanso, cuidado y atención.
El
regreso a la rutina postvacaciones puede ser particularmente desafiante para
nuestra salud mental. Durante las vacaciones nos permitimos desconectar,
relajarnos y, en muchos casos, romper con el estrés cotidiano. Este paréntesis
en nuestras vidas nos ofrece un respiro necesario, pero también puede hacer que
el retorno a la realidad sea más duro de lo esperado. La adaptación repentina
de un estado de relajación a uno de actividad constante puede generar ansiedad,
estrés, e incluso depresión en algunas personas.
Es
momento de preguntarnos: ¿Estamos dando a la salud mental la importancia que
realmente merece en este proceso de adaptación? La respuesta, lamentablemente,
suele ser negativa. La cultura del "seguir adelante" a toda costa nos
impide ver la importancia de tomar medidas proactivas para cuidar nuestra
mente, así como cuidamos nuestro cuerpo.
El
diálogo sobre la salud mental ha avanzado significativamente en los últimos
años, pero aún nos queda un largo camino por recorrer. Es fundamental crear
espacios de conversación y concienciación sobre este tema, tanto en los
entornos laborales como educativos. Las empresas y las instituciones educativas
deben promover políticas y prácticas que faciliten una transición más amable
hacia la rutina, reconociendo y abordando las necesidades de salud mental de
sus trabajadores y estudiantes.
Iniciativas
como jornadas laborales más flexibles, espacios de diálogo sobre emociones y
estrés, programas de bienestar y asesoramiento psicológico, pueden marcar la
diferencia en cómo vivimos la vuelta a la rutina. Es hora de cuestionarnos y
actuar sobre la estructura de nuestros días, haciendo de la salud mental una
prioridad y no un pensamiento tardío.
Como
sociedad, debemos entender que cuidar de nuestra salud mental es tan importante
como mantener un cuerpo sano. La mente y el cuerpo son inseparables, y el
bienestar de uno influye directamente en el otro. Al enfrentarnos al ciclo
continuo de trabajo y educación, recordemos que nuestra salud mental es el
pilar sobre el cual se construye nuestra capacidad para vivir plenamente. No
dejemos que sea la pieza olvidada en el engranaje de nuestras vidas.
DR.
WILSON ALBORNOZ FUENTES
ACADÉMICO
DE LA CARRERA PSICOLOGÍA
UNIVERSIDAD
AUTÓNOMA DE CHILE, SEDE TALCA
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