No sé si existe una mayor motivación para el ser humano, que la explanada infinita de las ideas.
Cuando camino por Cauquenes, cuando en un café con amigos surge ese diálogo íntimo, honesto, con aires de debate abierto y generoso, siempre se abre y se agiganta la riqueza inagotable de una idea.
Las ideas nos colocan en otro lugar, allanan el sendero necesario de la ilusión y nos recuerdan el privilegio de reflexionar y que nos fue asignado de manera exclusiva, de romper cercos donde todo parece usual y establecido.
Las ideas llegan para ser elaboradas, discutidas y principalmente, engrandecidas por los demás.
Siempre he soñado que Cauquenes tenga una oficina de las ideas, un lugar donde los ciudadanos puedan plantear propuestas personales, colectivas y que apunten al crecimiento y al bien común. Un lugar que acoja, que genere espacios de diálogo que permitan la vinculación, la reformulación y la esquiva, pero siempre soñada transformación.
Una oficina abierta, democrática, pluralista, con rostros que prefieran una sonrisa y no esa expresión adusta y severa que nubla más de algún lugar de atención directa al público.
Una oficina de las ideas permitiría abrir el espacio ciudadano, ofrecer a cada cauquenino(a) la posibilidad de proponer, de plantear la comuna que sueña: qué nos falta, qué sería plausible de obtener generando alianzas estratégicas de crecimiento que incluyan al mundo privado.
Una oficina de las ideas, sería capaz de oxigenar esta democracia que bosteza bajo los mismos esquemas, con procedimientos conocidos y fatigados; esta democracia que ha sobrevalorado y voto ciudadano y que ha ido adormeciendo peligrosamente la participación, el escucharse sin prejuicios ni banderas, más allá de los cargos políticos que muchas veces generan distancia, desazón e incredulidad.
Una oficina de las ideas para Cauquenes, permitiría que la cultura, el deporte, medio ambiente, educación, salud, adultos mayores y todos aquellos planteamientos que se vinculen con el bien común y el progreso real de nuestra comuna, sean temáticas abiertas, donde cualquier ciudadano pueda sentir la motivación de proponer, gestionar y ejecutar.
Una oficina de las ideas sería una invitación a transitar gradualmente desde el asistencialismo de pedir, a la esperada evolución ciudadana de ofrecer.
Por último, una oficina de las ideas donde el principio rector sea solucionar, encaminar y nunca detenerse por una especie de oración que escuchamos en las oficinas de este país: "es buena idea, pero contamos con poco presupuesto" .
Quizá suene improbable y quijotesco mi anhelo, pero prefiero sumarme a los versos de Silvio Rodríguez, cuando elaboro y reflexiono sobre nuestro Cauquenes: "he preferido hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado".
CARLOS
ASQUET JAQUE
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