Salud en el Maule: La urgencia de modernizar y luchar contra la impunidad en el sistema



 

En los últimos días, un lamentable escándalo ha agitado al Maule, revelando con crudeza una crisis sistémica que trasciende a la simple incompetencia burocrática. La correspondencia médica abandonada en un sitio eriazo, procedente del Hospital Regional de Talca, es la punta del iceberg de la debacle que envuelve a las listas de espera, pero también es un testimonio inequívoco de la degradación institucional y de la impunidad que ha hecho de la burocracia un cómodo refugio para la irresponsabilidad.

Este incidente, lejos de poder ser atribuido a un desafortunado azar, debe ser comprendido como lo que es: un acto de negligencia consciente. No basta con justificar que la falla reside en los problemas estructurales del sistema; la disposición de documentos tan sensibles y vitales, expuestos al abandono, revela una indiferencia que raya en lo delictual. La negligencia, en este caso, no es un accidente, es una forma de desentenderse de la más elemental de las responsabilidades que debería cumplir cualquier sistema de salud: salvaguardar la dignidad y los derechos de las personas, cuyos datos son vulnerados por quienes están llamados a protegerlos.

¿Cómo llegamos a este punto? La respuesta es evidente: cuando la transparencia se degrada a retórica vacía y la rendición de cuentas se convierte en una mera formalidad, la ineficiencia y la impunidad no sólo proliferan, sino que terminan por imponerse como norma. Lo que presenciamos es, entonces, la consecuencia natural de un sistema que ha olvidado su propósito.

Desde mi perspectiva, la modernización de nuestro sistema de salud es urgente, con la implementación de tecnologías como la ficha clínica electrónica, que no es un lujo ni una concesión, es un derecho fundamental que debe ser garantizado a cada persona. No puedo estar conforme con un sistema que deja morir, en un año, a 44.000 personas en la espera de una consulta de especialidad o cirugía

Por eso, esta modernización será insuficiente si no atacamos el problema de raíz: la cultura de la impunidad que legitima estas conductas. Necesitamos fortalecer la fiscalización, garantizar una verdadera rendición de cuentas y, sobre todo, instaurar una administración que, lejos de someterse a intereses particulares, esté al servicio exclusivo de las personas.

Este escándalo, más que una anécdota bochornosa, debe ser el catalizador de un cambio profundo. No podemos seguir permitiendo que la confianza en nuestras instituciones continúe desmoronándose. Merecemos un sistema de salud que funcione, que trate a sus ciudadanos con el respeto que merecen y que se rija por los más altos estándares de transparencia y eficiencia.

Ha llegado el momento de tomar decisiones valientes, de enfrentar con rigor y seriedad los problemas que nos aquejan, y de construir un futuro donde la dignidad de nuestra gente se sitúe, finalmente, en el centro de toda acción gubernamental. No caben más excusas, el momento de actuar es ahora.

Comentarios

Lo último