La Reflexión de Carlos Asquet Jaque: "Para qué estamos Aquí"

 



Es mágico, luminoso y clarificador cuando hacemos consciencia que nos encontramos en medio de conceptos y vivencias antagónicas. Navegamos en el centro y nuestros límites nos provocan, nos seducen y nos recuerdan el prestigio ancestral del libre albedrío.

Podemos juzgar, podemos ir por la vida ponderando con una supremacía moral inventada y determinar cómo debiesen vivir, pensar y sentir los demás. Lo bello radica que, de manera contraria, podemos comprender el universo de nuestros semejantes, sumarnos a las líneas del dolor de cada persona y empatizar desde la honestidad y la fraternidad.

Podemos subirnos a los tentáculos engañosos de la soberbia y no entender la fragilidad que nos ofrece la superficie y la apariencia, pero también podemos acogernos a la humildad, esa virtud humana que prácticamente nos permite todo: mirarnos más allá de las trampas del éxito y del fracaso, reconocer que somos precarios y perfectibles, que no vinimos a competir y que el talento de los demás es un privilegio y una hermosa oportunidad.

Podemos victimizar nuestra vida y nuestra circunstancia, pero también nos podemos hacer cargo de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que seremos.

Podemos pedir y esperar el paternalismo instalado de nuestras autoridades, pero también podemos ofrecer, gestionar, rearticular desde nosotros mismos y no permitir ser capturados por esa ayuda que está afuera de nosotros y que siempre será insuficiente.

Podemos repetir, imitar las frases inconsistentes de la manada que no se informa y que no tiene la cautela a la hora de emitir opiniones. Sin embargo, también podemos crear, buscar y oxigenar desde nuestra luminosa y limpia originalidad.

Podemos asilarnos al rencor, a esa armadura inexpugnable que enceguece y envenena los circuitos esenciales del alma, pero también podemos perdonar, habitar en ese lugar de privilegio de la gracia, la desnudez y el corazón que se abre pese a haber sido defraudado.

Podemos seguir acumulando, comprar lo que no necesitamos y ser esclavos de la tiranía de tener, de esa voracidad insaciable que captura nuestros días. No obstante, podemos mirar hacia dentro, hurgar en esa planicie honda y majestuosa de nuestro espíritu y encontrar, el deleite superior de nuestro ser.

Podemos seguir en el viejo pantano de la inconsciencia, dominados por decisiones que cargan patrones establecidos desde la infancia y que no revisamos ni cuestionamos, pero también podemos preferir el alumbramiento y el sagrado parto de la consciencia, ese lugar donde despejamos la nebulosa y se expande la ventana ancha y generosa de determinar y decidir con el resplandor de nuestra mente en convergencia absoluta con nuestro corazón.

Parece que estuviésemos en medio de todo: entre luces y sombras, entre el fulgor y la caverna. Sólo nos queda elegir y comulgar con una interrogante imprescindible y esencial: para qué estamos aquí…


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