Quisiera
expandir el concepto de patriotismo y no cercarlo a ciertos eventos y maneras
que se han naturalizado en nuestro país y que son parte de nuestras
tradiciones.
Me
gustaría creer que una mujer campesina que cuida la tierra con esmero, que
ofrece sus productos en una feria sin el afán de coludirse y traicionar a sus
coterráneos, tiene el mérito ganado del patriotismo; creo que el médico que
todavía es alentado por la sentencia de Hipócrates y trabaja con la motivación
cotidiana de la salud de los más sencillos y modestos de la población y
mantiene a distancia aquella voracidad de la mercancía que lo puede extraviar y
enajenar, tiene ganado con creces el concepto de patriota; creo que un profesor
que se levanta todas las mañanas, con la irrenunciable convicción que en la
educación están las vertientes superiores del presente y del futuro y trabaja
con entusiasmo en escuelas ignotas y alejadas del viejo centralismo de este
país, sabiendo que los niños, los padres y la
comunidad necesitan de su fervor, de su pasión y de la dignidad de su oficio,
tiene el justo derecho de ser nombrado como patriota; creo que el pensionado,
que después de treinta, cuarenta años e incluso más de servicio a su país y que
como tantos chilenos recibe una jubilación de miseria, pero siempre se dedicó a
servir con honradez a los demás, tiene el derecho de ser reconocido como un
auténtico patriota; creo que la mujer que ha sido violentada, que sigue
sosteniendo en su vida el abuso de un sistema que todavía la segrega y
discrimina, pero que de todas maneras se las arregla para sonreír, para luchar
y mantener en pie su legítima ilusión, tiene todo el derecho de ser reconocida
como un ejemplo de patriotismo; creo que aquellos ciudadanos que nunca han
tenido un cargo político, que nunca han recibido una prebenda o privilegio
institucional, que nunca han sido recomendados en este país de compadrazgos, ya
casi establecidos como un axioma y como una regla, que nunca han desplazado ni
han tomado dinero que no les pertenecía, pero que se levantan cada mañana con
la resuelta certeza de aportar desde su trinchera, a la construcción de una
nación más justa, fraterna y solidaria, merecen nuestro respeto, nuestra
admiración y nuestra mirada que se amplía y se agiganta hacia ese patriotismo
que no es reducido, que no obedece a compuertas establecidas por la tradición;
obedece a ese pueblo cuyo orgullos están ahí, seguramente en oficios y en
personas anónimas que no hacen más que engrandecer el presente y el horizonte
de nuestro país, que reclama con absoluta legitimidad, abrirse y vincularse con
el necesario concepto de una patria nueva.
POR: CARLOS ASQUET JAQUE
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