Las Crónicas de don Eduardo

 

 


LAS CRONICAS DE DON EDUARDO….

"Hace muchos años"...así empezaban contando los antiguos.

El Name...El cerro Name; destacaba por su variada, abundante, útil y llamativa población arbórea. Contando con algunas especies del "bosque valdiviano". Aunque, por, sobre todo, sobresalía la enorme cantidad de vacunos que recorrían sus laderas. Entre las altas hierbas era común ver bisoños terneros calentándose al sol, mientras sus madres pacían tranquilas en los abundantes y nutritivos pastos.

Su vida tranquila, solo era interrumpida de tarde en tarde por algún "lion", venido del Peñanquil o las profundas quebradas más hacia la costa.

Tanta abundancia de vacunos, necesariamente se asociaba a la existencia del "toro cachos de oro".

Imponente toro moro, con enormes y destellantes cuernos. Decían emocionados, los pocos que habrían logrado verlo de cerca.

Si era más común ver el destello de su brillante cornamenta, en noches de luna llena, desde lugares tan distantes como el cerro Gupo, el cerro de quella, Empedrado, incluso pescadores de Lo-Anco en sus embarcaciones mar afuera. Hablaban de chispazos en el Name.

Desde siempre, muchos quisieron adueñarse de este prolifero reproductor. Desde conquistadores o criollos. Utilizando sus mejores caballos y resistentes aperos. Terminando habitualmente. Con el toro perdiéndose en la espesura del bosque o derechamente sumergiéndose en la laguna del cerro. Esa que se formó con las lágrimas de la princesa Guaglencó.

Y cuando algún diestro jinete logró enlazarlo. El resultado fue que, o cortaba los firmes lazos trenzados (de cuero de lobo de mar), o simplemente los caballos no conseguían mantenerlo apegualado. Se decía que además los cuatreros que tenían su guarida en la quebrada del Peñasco y los brujos de Las Mercedes. Hacían lo posible para que nadie pudiera capturarlo.

Con el tiempo, la fama del reproductor y todas la tretas e intentos por adueñarse de él. Viajaron más allá de las fronteras. Aumentando con ello el interés por tenerlo y las argucias para cazarlo.

Fue una hábil y avezada hechicera Argentina, quien luego de un minucioso y estudiado plan, se dio la tarea de robárselo. Se valió de la adicción del toro por el lleivún en las praderas más verdes y su preferencia por la vaca pinta. El truco de la bruja, fue convertirse en serpiente. Se arrastró hasta las verduras y se enrolló en las patas de la vaca y empezó a mamar. Cuando el incauto y confiado macho se acercó a su hembra favorita. Deduciendo tal vez que se trataba de una culebra adoptada. Esta repentinamente utilizó un lazo, hecho precisamente de lleivún, que entre la hierba había pasado desapercibido. Usando ahora toda su hechicería para llevarse el valioso toro.

Su vía de escape, largamente estudiada. Descendía por Las Lauras, Cancha de carrera, bajando a Pichiname, Naube, siguiendo a Purapel, hasta llegar a un lugar cercano al Gupo. Allí debió esconderse, por la proximidad de la luz del alba.

Entre tanto su legión de ayudante cubría su huida. Borrando huellas, cruzando troncos o dejando cruces de palqui y hasta calaveras de caballos para detener a los brujos del Name. Los que desesperadamente luchaban por salvar al torito cachos de oro.

A la noche siguiente la audaz ladrona siguió su marcha, perdiéndose toda pista.

Salvo que al otro lado de la cordillera surgió toda la abundancia que antes pertenecía al Name.

 

POR: EDUARDO CANCINO BRAVO

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